Tras sobrevivir a un infarto cerebral, muchos pacientes experimentan un descenso en su calidad de vida, aunque el accidente no les haya dejado ninguna secuela física. Esta pérdida puede deberse a la existencia de problemas como ansiedad, depresión o fatiga, según apunta un reciente trabajo.
Este estudio muestra que estos trastornos "están presentes en una proporción sustancial" de pacientes que han sufrido un ictus, lo que afecta al modo en que llevan su día a día.
"Identificar estos síntomas es útil para elaborar una rehabilitación que se ajuste a las necesidades del paciente", remarcan los investigadores en su trabajo, cuyas conclusiones se publican en la revista 'Stroke' –una de las publicaciones de la Asociación Americana del Corazón-.
Estos autores, miembros de la Universidad de Utrecht (Holanda), analizaron durante un periodo de dos a cuatro años a una muestra de 141 personas que habían sobrevivido una hemorragia subaracnoidea, un trastorno que se produce cuando en la cabeza se rompe un vaso sanguíneo dejando fluir la sangre entre el cráneo y el cerebro.
Entre otras pruebas, utilizaron una escala específica para medir si los pacientes sufrían síntomas psicológicos, problemas cognitivos u otros rasgos relacionados directamente con un descenso en la calidad de vida.
Al analizar los datos, los investigadores comprobaron que un 32% de los participantes manifestaba tener ansiedad, un 23% presentaba depresión y un 67% tenía fatiga habitualmente. Estos tres trastornos afectaban significativamente al modo de vida del paciente.
Además, estos científicos observaron que el tipo de personalidad del paciente también influía en esta relación, aunque de un modo menos marcado. "Al analizar la depresión, la ansiedad y la fatiga, vimos que tenían una fuerte correlación con un estilo de afrontamiento pasivo", explican los investigadores, quienes reclaman más estudios al respecto.
"Estos datos sugieren que si existen síntomas psicológicos, podría ser necesario un análisis de la personalidad para elaborar intervenciones adecuadas e identificar a los pacientes en riesgo de que su calidad de vida disminuya a largo plazo", concluyen.
Enviado por Dr. José Manuel Ferrer Guerra
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