24/1/07

¿Por qué hacer el bien? Estudio del cerebro ofrece pistas


Según los científicos, la percepción de los demás está relacionada con la conducta altruista

Por E.J. Mundell

Reportero de Healthday

LUNES 22 de enero (HealthDay News/HispaniCare) -- Es probable que las personas no realicen actos desinteresados sólo por la recompensa emotiva, según sugiere un nuevo estudio sobre el cerebro.

En cambio, tal vez hagan el bien porque están finamente sintonizados con las necesidades y acciones de los demás.

Los científicos afirman que una sección del cerebro relacionada con la percepción de las intenciones de los demás muestra más actividad en los desinteresados que en los egoístas.

"Tal vez el altruismo no se desarrolló por la sensación agradable de hacer algo bueno por los demás, sino por el simple reconocimiento de que eso que está ahí es una persona que tiene intenciones y metas. Por eso, es probable que uno desee tratarlos como desearía que lo trataran a uno", explicó el autor del estudio Scott Huettel, profesor asociado de psicología del Centro médico de la Universidad de Duke, en Durham, Carolina del Norte.

Huettel y Dharol Tankersley, la investigadora principal, una estudiante de postgrado de la Duke, publicaron sus hallazgos en la edición en línea del 21 de enero de Nature Neuroscience.

Durante décadas, los psicólogos y neurocientíficos se han preguntado por la tendencia de los humanos de participar en actos altruistas, definidos por el grupo de Huettel como actos "que benefician intencionalmente a otro organismo, no conllevan ningún beneficio personal, y a veces conllevan un costo personal".

Los expertos anotan que el altruismo no parece darle a los individuos ninguna ventaja de supervivencia. Entonces, ¿cómo y por qué evolucionó?

Para ayudar a resolver el misterio, el equipo de Huettel pidió a un grupo de adultos jóvenes y sanos que usaran en un juego de PC o que vieran como jugaba el mismo PC. En algunas sesiones, el PC y los participantes jugaron por ganancia personal, mientras que en otras sesiones, jugaron por caridad.

Los investigadores usaron IRM funcional (IRMf) de alta tecnología para observar los "puntos neurálgicos" de actividad en los cerebros de los voluntarios mientras realizaban estas las tareas.

También se pidió a los participantes que completaran un cuestionario diseñado para evaluar sus niveles personales de egoísmo o altruismo.

Los resultados del estudio sorprendieron a Huettel.

"Comenzamos el estudio con la idea de que el altruismo era en realidad una función de los sistemas de recompensa del cerebro, es decir, que las personas altruistas simplemente se sentirían más recompensadas", explicó.

Pero en vez de ello, una región completamente distinta del cerebro, llamada corteza temporal superior anterior (CTSa) entró en actividad intensa a medida que subieron los niveles de altruismo.

La CTSa está localizada cerca de la parte posterior del cerebro y no se enfoca en la recompensa. En cambio, se enfoca en la percepción de las intenciones y acciones de los demás, señaló Huettel.

"La función general de esta región es que parece estar relacionada con la percepción, usualmente visual, de estímulos que nos parecen significativos, por ejemplo, algo en el ambiente que podría mover un objeto de un lugar a otro", esclareció.

Este tipo de percepción hubiera permitido a los ancestros más primitivos de los humanos detectar rápidamente una amenaza potencial, por ejemplo un león agazapado, de un conjunto de estímulos menos importantes.

Sin embargo, está mucho menos claro por qué aumenta la actividad de la CTSa en los cerebros de las personas altruistas. "Eso realmente nos sorprendió", aseguró Huettel.

Los investigadores encontraron que la actividad de la CTSa era mayor cuando los participantes del estudio observaban al PC jugando solo, no cuando ellos mismos jugaban. "Esto tiene que ver con la idea de agencia, ver a alguien más jugando", apuntó Huettel. "Uno piensa que el PC presionó el botón, que otra persona lo hizo' "

El punto, señaló, es que el altruismo podría deberse a una comprensión básica de que los demás tienen motivaciones y acciones que podrían ser similares a las propias.

"No es exactamente empatía", afirmó, sino algo más primitivo. "Pensamos que el altruismo podría haberse originado, por lo menos parcialmente, en un sistema como ese".

Otro experto señaló que el estudio de la Duke genera más preguntas de las que contesta.

"Es un estudio realmente interesante", señaló Paul Sanberg, director del Centro de excelencia para el envejecimiento y la reparación cerebral de la Facultad de medicina de la Universidad del Sur de Florida, en Tampa. "Sería muy interesante ver ahora si las personas que tienen daño en esa área [del cerebro] son mucho menos altruistas".

Huettel dijo que ha considerado esa posibilidad. "Por ejemplo, no sabemos si podría haber diferencias entre las personas sociópatas o autistas en esta región", apuntó. "Es una buena pregunta, pero no tenemos datos que demuestren lo uno o lo otro. Simplemente es algo que debe comenzarse a explorar".

Sanberg afirmó que el estudio sólo mostraba una asociación entre una mayor actividad en la CTSa y el altruismo, no una relación directa entre causa y efecto. "Esto necesita más estudio", aseguró.

Pero los neurocientíficos de Florida señalan que este tipo de trabajo ayuda a resolver los misterios de la conciencia y la conducta humana.

"Estos estudios funcionales de conductas humanas de alto nivel dan ideas importantes sobre la contribución de las distintas áreas del cerebro", afirmó Sanberg.

Más información


Para averiguar más sobre el cerebro humano, visite la Universidad de Harvard.

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